Archivos secretos de la inteligencia estadounidense dan el veredicto sobre
la historia de represión de la guerra sucia
Peter Kornbluh*
La Jornada
24 de noviembre de 2019
▲ Mauricio Macri, Donald Trump y su esposa
Melania durante una reunión en Nueva York, en el contexto de la 74 Asamblea
General de la ONU . Foto archivo
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En la primavera de 1977, la CIA fue informada de que la dirigencia de la Inteligencia Militar de Argentina
había ordenado la formación de un equipo que llevara a cabo operaciones
contra líderes claves, militantes opositores que vivían en el extranjero. El
escuadrón internacional de la muerte estaría conformado por especialistas
en asesinatos y operaciones de secuestro, e incluía a personal de la marina, el
ejército y de la Secretaria de Inteligencia de Estado (Side). Los individuos
que debían ser asesinados residían en Europa y en México. Ahora se
formulan planes para asesinar a Rodolfo Galimberti, indicó un reporte secreto
de la CIA, un líder montonero que, se cree, está en México.
Con el título Planes para que funcionarios de la seguridad argentina maten a
líderes subversivos argentinos en el extranjero, si esto es factible, el cable
informativo de la CIA fue encontrado entre 47 mil páginas de los archivos
nacionales estadounidenses sobre la dictadura militar guerra sucia (en español
en el original N. de la T.) que la administración Trump desclasificó en abril
pasado. Más de 7 mil documentos de la CIA, el Pentágono y el Consejo de
Seguridad Nacional (NSC, por sus siglas en inglés) han mostrado mucho sobre el
estado de terror que hubo de 1976 a 1983, cuando los militares estuvieron en el poder.
Estos detallados documentos han probado con evidencia contundente la infraestructura
de represión en el Cono Sur, el papel de Argentina en la campaña internacional
de terrorismo selectivo conocida como Operación Cóndor, y lo más importante, el destino de
cientos de militantes por los derechos humanos que fueron secuestrados,
torturados, asesinados y desaparecidos.
Dado que los agentes argentinos tenían como objetivo a líderes de izquierda que
buscaron refugio en México, los documentos revelan cómo la guerra sucia se extendió
de América del Sur al Distrito Federal.
Diplomacia de la Desclasificación
El Proyecto de Desclasificación para Argentina, como se le conoce oficialmente en
círculos gubernamentales estadounidenses, es uno de los raros casos en que
Donald Trump ha completado, en vez de cesar, una política iniciada por su antecesor.
Cuando el director de Asuntos del Hemisferio Occidental del NSC, Fernando Cutz,
dio información al presidente para prepararlo para la visita, en abril de 2017,
del presidente argentino Mauricio Macri, explicó a Trump que el argentino
solicitó personalmente la desclasificación especial cuando Barack Obama visitó
Buenos Aires el año anterior.
Trump tiene nexos personales con Macri: años antes hicieron juntos ronda por los
bares mientras sus respectivos padres negociaban acuerdos de bienes raíces en
Nueva York y, más recientemente, la Organización Trump buscó la asistencia del
mandatario argentino para construir una Torre Trump en Buenos Aires. Ayudó
presentar el asunto como una petición de Macri y no como una iniciativa de
Obama, recordó Cutz.
La verdadera génesis del Proyecto de Desclasificación para Argentina, sin embargo, comenzó
con un error en la agenda presidencial. En la primavera de 2016 la Casa Blanca
de Obama arregló un histórico viaje de dos días a La Habana y de ahí, una
estancia de tres días en Argentina. El itinerario de las visitas de alto perfil
se determinó, en parte, para que coincidiera con las vacaciones de primavera de
las dos hijas de Obama a las que querían llevar a Cuba y a Patagonia, al sur de Argentina.
Pero el anuncio de la Casa Blanca de que el presidente estaría en Buenos Aires el 24
de marzo de 2016 –que coincidía con el 40 aniversario del sangriento golpe
militar– provocó protestas de grupos de derechos humanos argentinos. Washington
todavía es visto, según el premio Nobel de la Paz argentino, Adolfo Pérez
Esquivel, como& el cómplice de los golpes de Estado en la región.
Se amenazó con masivas protestas y pancartas con la leyenda: Día de la
Memoria: Obama vete. En reuniones con Macri, los activistas de derechos
humanos, encabezadas por las famosas Abuelas de Plaza de Mayo, exigieron que le
pidiera a Obama desclasificar los archivos de inteligencia lo que podría ayudar
a localizar a hijos e hijas, de desaparecidos, y a los vástagos de éstos que
estuvieron en centros de detención secretos y dados en adopción a familias de
militares después de que sus madres fueron ejecutadas.
Como una forma de reconocer esta seria afrenta a las víctimas de las violaciones a
los derechos humanos, la Casa Blanca y el gobierno argentino hicieron un gesto
de diplomacia de desclasificación –el uso de documento estadounidense
formalmente secretos, como una manera de favorecer las relaciones bilaterales.
La mañana del 24 de marzo Obama y Macri visitaron el Parque de la Memoria en
Buenos Aires para recordar a las víctimas de la era militar. Hoy, en
respuesta a una petición del presidente Macri y para seguir ayudando a las
familias de las víctimas a encontrar la verdad y la justicia que se merecen,
puedo anunciar que el gobierno de Estados Unidos va a desclasificar aún más
documentos de este periodo, incluyendo, por primera vez, archivos militares y
de inteligencia, afirmó Obama en un conmovedor discurso. Creo que tenemos
la responsabilidad de confrontar el pasado con honestidad y transparencia, añadió.
Antes de que Obama dejara la presidencia su administración liberó dos paquetes de
archivos de Argentina. Durante una reunión en abril de 2017, Trump entregó
personalmente a Macri una memoria pen drive con el tercer paquete y proclamó que se
trató del más grande de todos. La liberación de estos archivos, escribió
Trump en una carta a Macri, constituye la desclasificación más grande de
documentos de Estados Unidos a un gobierno extranjero en la historia.
Revelando nombres
Como colección, los documentos constituyen un horrendo y sádico catálogo de crímenes
contra la humanidad. Un cable de la CIA, por ejemplo, reportó que varios meses
después del golpe de 1976, personal de la policía federal reunió y asesinó a 30
militantes para luego hacer explotar sus cuerpos con dinamita en un campo
abierto para descuartizar los cadáveres y que esto sirviera como
advertencia a los extremistas de izquierda. Otro reporte de la Oficina Federal
de Investigación (FBI, por su siglas en inglés) dio detalles de cómo las
fuerzas de seguridad se robaron la carroza fúnebre que llevaba los restos del
líder de Montoneros, Marcos Osatinsky, para evitar que el cuerpo fuera
sometido a una autopsia, la cual hubiera revelado claramente que fue torturado.
Al menos media docena de cables de la FBI y la CIA dan cuenta de operaciones en
que la Side secuestró, torturó, ejecutó y desapareció a dos funcionarios de la
embajada de Cuba, por sospechas de que éstos ayudaban a los militantes
argentinos. Después de que los cubanos fueron asesinados, según el reporte
clasificado como Secreto/solo para sus ojos, sus cuerpos fueron sepultados
en cemento dentro de un tambo muy grande y arrojados al río Luján, cerca de
Buenos Aires. Otro cable del departamento de Estado describe cómo agentes de la
inteligencia militar detuvieron y torturaron a una sicóloga que estaba
confinada a una silla de ruedas con el propósito de que revelara información
sobre sus pacientes.
La tortura era rutina, constató la secretaria adjunta para los derechos humanos,
Patricia Derian, tras un viaje a Argentina en que debía corroborar hechos: “La
picana eléctrica aparentemente sigue siendo la herramienta (de tortura)
favorita, como lo es también el submarino (la inmersión de la cabeza en una tina
que contiene agua, orina, excremento, sangre o una combinación de todos)”,
según el resumen que hizo de los abusos, y que está entre los documentos desclasificados.
Ya no existe duda alguna de que Argentina tiene el peor récord de derechos humanos en
América del Sur, señaló.
Alejándose de las estrictas medidas de secretismo, muchos de los documentos recientemente
desclasificados van más allá de las violaciones a los derechos humanos y
describe a los verdugos. Estos documentos incluyen nombres de los
perpetradores y nombres de su víctimas. Observó mi colega Carlos Osorio, un
analista de alto nivel del Archivo de Seguridad Nacional, quien proporcionó
amplia experiencia y apoyo al Proyecto de Desclasificación para
Argentina. Y por decir esos nombres aportan un nivel de verdad y
confiabilidad que muchos otros proyectos de desclasificación no han logrado obtener.
▲ Protesta de Abuelas Plaza de Mayo realizada en Buenos Aires en 1978. Foto tomada de la página web del grupo
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Más aún, decenas de reportes archivados por el agente de campo de la FBI, Robert
Scherrer, quien de manera consistente ha dado la inteligencia más detallada
sobre las operaciones y transgresiones de las fuerzas de seguridad argentinas,
contienen las identidades, sin censura, de sus fuentes confidenciales, con lo
que se creó una lista maestra de los individuos que fueron testigos, o fueron
informados, o bien, estuvieron directamente involucrados en el aparato de
represión. Aunque muchas de dichas fuentes han fallecido, estos reportes sin
censura permitirán a los investigadores de derechos humanos identificar a
quiénes, dentro de la inteligencia militar argentina y las unidades policiales,
tuvieron acceso a los detalles de atrocidades específicas, y esta información
ayudará a avanzar en numerosas investigaciones sobre crímenes contra los
derechos humanos.
Cóndor 1
Con residencia en Buenos Aires, Scherrer se convirtió en el principal investigador
de la FBI en el caso del asesinato con un coche bomba, el 21 de septiembre de
1976, del ex embajador chileno Orlando Letelier y su colaboradora de 25 años,
Ronni Moffit, en el Instituto para Estudios de Política en Washington DC. El
famoso reporte ChilBom de Scherrer fue el primero –y durante años el único– documento parcialmente que
identificó a la Operación Cóndor como una (organización) recientemente establecida
mediante la cooperación de los servicios de inteligencia en América del Sur. La
información que reunió Scherrer sugiere que el asesinato Letelier-Moffit fue
una posible Fase 3de la Misión Cóndor, cuya punta de lanza fue la DINA,
la policía secreta del general Augusto Pinochet.
El cable Chillbom de Scherrer ahora está desclasificado, completamente sin censura, y en él se
revela la identidad de su fuente: un operador de la inteligencia militar
argentina involucrado en los escuadrones de la muerte que fueron enviados a
Europa. “La fuente es el doctor Arturo Horacio Poire, quien es miembro del
grupo especial argentino que posiblemente participará en la fase tres de
la Operación Cóndor”. La identificación de Poire abrió la puerta a renovados esfuerzos de
investigación de los esfuerzos de Cóndor para extender al extranjero la represión.
La versión limpia del cable de Scherrer es sólo una de docenas de documentos de la
FBI y la CIA excepcionalmente detallados sobre la Operación Cóndor que se
encontraron en la parte de Argentina. Éstos dan una historia más amplia de la
que se tenía sobre la infraestructura y capacidad operativa de dicho plan.
Entre las nuevas y sustanciales revelaciones:
• Argentina –y no el Chile de Pinochet que concibió la idea de una misión
incorporada de asesinato en el Cono Sur– fue designada como Cóndor fase 1.
Documentos desclasificados de la CIA dejan en claro que los mensajes que intercambiaban
las naciones que formaban parte de la asociación tenían
designados nombres en código en orden alfabético. Argentina era
Cóndor 1; Bolivia, Cóndor 2. Cóndor 3 correspondía a Chile, Cóndor 4 era
Paraguay, Uruguay era Cóndor 5, etcétra. Estos nombres clave eran usados en
comunicaciones encriptadas entra las naciones que conformaron la Organización Cóndor.
• Argentina fue el país anfitrión de los cuarteles operativos de un programa
especial de Cóndor, cuyo nombre clave era Teseo –el mítico rey griego quien
mató al temible Minotauro y a otros enemigos del orden social– cuya misión
era liquidar selectivamente a individuos en el extranjero. Cables
secretos de la CIA describen a Teseo como una unidad establecida por la
organización cooperante de Cóndor formada por los servicios de inteligencia
sudamericanos para llevar a cabo los ataques físicos contra los blancos
subversivos, primero en París y luego en otras naciones europeas.
• En agosto de 1976, las naciones de Cóndor firmaron un acuerdo titulado Regulación
de Teseo, centro de operaciones, para ratificar la cooperación multinacional en
la planeación, financiamiento, logística, comunicaciones y selección de
objetivos. La CIA obtuvo una copia del acuerdo que describe, hasta en el más
banal detalle, cómo cada servicio de inteligencia contribuiría al programa
internacional de asesinato.
El centro de operaciones tendría como personal a representantes permanentes
de cada servicio (de inteligencia) participante. Su jornada laboral era de 9:30
a 12:30 por las mañanas y de 14:30 a 19:30 por las tardes. Cada país daba 10
mil dólares para gastos de operación y una cuota extra de 200 dólares que debía
pagarse antes del día 30 de cada mes”.
Los equipos de asesinos que se enviarían a Europa se compondrían de cuatro individuos y
una mujer se incluiría posiblemente, al parecer, con el fin de ayudar a
mantener encubierta la misión.
Los costos de operación en el extranjero se estiman en 3 mil 500 dólares por
persona por 10 días, afirma el acuerdo que agrega mil dólares adicionales
destinados a vestimenta. Bajo la sección clave titulada Ejecución del
Objetivo, el acuerdo indica que los equipos de operación debían a)
Interceptar al Objetivo, b) Llevar a cabo la operación y c) Escapar.
• Funcionarios de la CIA consideraban estos planes de asesinato dentro de Cóndor
como una fuente potencial de escándalos contra la agencia y tomaron medidas pro
activas en Europa. “Los planes de estos países para tomar acciones ofensivas
fuera de nuestra jurisdicción implica nuevos problemas para la Agencia,
escribió el jefe de la división para América Latina de la CIA, Ray Warren, para
alertar al director adjunto del cuerpo de inteligencia a finales de julio de
1976. Debemos tomar todas las precauciones necesarias para garantizar que
la agencia no sea indebidamente acusada de ser parte de este tipo de actividad.
La contribución de la desclasificación
Como tantos archivos en el Proyecto de Desclasificación para Argentina, los
documentos de Cóndor dan nombres, fechas, lugares de reunión y descripciones
vívidas de los programas clandestinos llevados a cabo por los servicios
secretos de inteligencia del Cono Sur. El tesoro oculto de la nueva evidencia
ayudará a investigadores de derechos humanos en los países que pertenecieron a
Cóndor que siguen sobre la pista de los crímenes patrocinados por el terrorismo
de Estado y cometidos durante la dictadura militar.
De hecho, desde que los documentos fueron liberados en abril pasado, equipos de
funcionarios argentinos han confirmado el valor de los archivos como evidencia
en los juicios por violaciones a los derechos humanos. A mediados de septiembre
pasado, de acuerdo con funcionarios de la embajada argentina, el ministerio de
Justicia de Buenos Aires ha transmitido una serie de investigaciones y
peticiones de aclaración a Washington. Funcionarios estadounidenses
involucrados en el proyecto de desclasificación actualmente trabajan para
responder a sus preguntas.
Los documentos ya contribuyen a casos que están en fases de investigación y de
juicio, aseguró un comunicado de la Oficina de la Procuraduría Argentina. Los
archivos han dado nuevos datos de cómo las instituciones (de la represión)
funcionaron bajo la dictadura al igual que datos sobre la
responsabilidad de funcionarios que participaron en masivas violaciones a los
derechos humanos.
Los documentos, que también son analizados por organizaciones humanitarias, pueden
dar a estos grupos y a las familias de las víctimas un triste, pero importante
contenido. Los archivos de la represión en Argentina también fueron desaparecidos (en
español en el original N. de la T.). Fueron quemados, enterrados o tal vez
arrojados al océano como tantas víctimas, dice Carlos Osorio. En muchos
casos los documentos pueden ser la única evidencia que las familias tengan de
la suerte que corrieron sus seres queridos, agregó.
*Senior Analyst en el National Security Archive, y autor de Pinochet: los
archivos Secretos. Una versión de este artículo fue publicada en la revista The
Nation de Estados Unidos.
Traducción: Gabriela Fonseca
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